domingo, 4 de mayo de 2014

Del siglo XVI al XVII: tres sonetos sobre la «descriptio puellae»

Soneto XXIII – Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena,

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.


«Mientras por competir con tu cabello» – Luis de Góngora

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello.   
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.


Tanto Garcilaso de la Vega, autor perteneciente al Renacimiento, como Góngora, autor barroco, recrean el tema clásico del carpe diem, que incita a aprovechar el presente, a gozar del momento que se vive, porque el tiempo pasa rápido y acaba con la juventud, la belleza y la posibilidad del amor. Esta semejanza en la utilización de este tópico podría ser a causa que los dos autores pertenecen al siglo de oro. Además en la literatura española del siglo XVI se refleja el humanismo y Garcilaso sigue una estética clasicista buscando serenidad y armonía. Esta recreación del tópico la podemos encontrar en el soneto XXIII de Garcilaso y en el soneto de Góngora «Mientras por competir con tu cabello». En los dos poemas nos desarrollan el carpe diem de forma que nos aconsejan vivir el momento, aprovechar la juventud, ya que esta termina y luego nos marchitamos y acabamos muriendo. También podemos decir que los dos poemas nos hablan del canon de belleza de la época: la chica rubia y de piel clara.
         Ambos sonetos siguen una estructura semejante. El de Garcilaso está compuesto por versos endecasílabos y estrofas de dos cuartetos y dos tercetos siguiendo la corriente italiana, arte mayor y con rima consonante: ABBA-ABBA-CDE-DCE, y el de Góngora compuesto por catorce versos endecasílabos agrupados en dos cuartetos y dos tercetos de arte mayor y con rima consonante: ABBA-ABBA-CDC-DCD. También podemos decir que la estructura interna es muy parecida ya que primero ambos sonetos hacen comparaciones con cosas de alto nivel o de valor, como el oro en el de Garcilaso o el cristal reluciente en el de Góngora, con las partes del cuerpo de una dama, realzando estas últimas. Entonces, los siguientes versos hablan de este tópico, carpe diem, donde el autor nos dice que hay que aprovechar esta juventud antes de que todas estas partes bellas y perfectas se marchiten, y más tarde, al morir desaparezcan. Por lo tanto, nos da una explicación gradual del todo a la nada, terminando en un final donde no quedará rastro de nada, eso tan bello como son esas partes del cuerpo como la piel, el color rubio esplendoroso del pelo, los labios carnosos, etc.
         En cuanto a los recursos literarios encontramos muchas metáforas en la primera parte de ambos sonetos, como por ejemplo:
“Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol retumba en vano”
en el soneto de Góngora, o en el de Garcilaso:
“En tanto que el cabello,
que en la vena del oro se escogió”
También encontramos hipérbaton en todas estas alusiones de las partes del cuerpo, antítesis, personificaciones, epítetos y como hemos comentado antes aparece una gradación.
         En resumen podemos decir que son dos sonetos muy bien estructurados, con un paso del tiempo para que nos demos cuenta que hay que aprovecharlo, que las similitudes entre ambos poemas son causadas por la situación cronológica cercana y de los estilos empleados en esa época.

Noèlia José Pascual (1º de BAT)


           El soneto de Góngora parte del modelo de Garcilaso; de ahí algunos elementos comunes de la descriptio puellae, como cuello («blanco» en Garcilaso y «cristal luciente» en Góngora) y cabello («oro» en ambos autores), e incluso algunas figuras retóricas: la gradación del verso final del soneto de Góngora y la que ocupa el octavo verso del texto de Garcilaso. El soneto de Góngora es notoriamente más sofisticado, una pieza de orfebrería en comparación al modelo garcilasiano, que responde al ideal renacentista de naturalidad en el estilo.
            Entre ambos textos media, sin embargo, este otro de Francisco de Terrazas, considerado uno de los primeros poetas en lengua española nativos de América (México):

«Dejad las hebras de oro ensortijado»

Dejad las hebras de oro ensortijado
que el ánima me tienen enlazada,
y volved a la nieve no pisada
lo blanco de esas rosas matizado.

Dejad las perlas y el coral preciado
de que esa boca está tan adornada;
y al cielo, de quien sois tan envidiada,
volved los soles que le habéis robado.

La gracia y discreción que muestra ha sido
del gran saber del celestial maestro
volvédselo a la angélica natura;

y todo aquesto así restituido,
veréis que lo que os queda es propio vuestro:
ser áspera, cruel, ingrata y dura.


      No hay aquí un tratamiento del carpe diem, como en los anteriores, pero tanto los elementos de descripción del rostro femenino, según el ideal de belleza renacentista, como la idea final de desposesión (en un verso final que vuelve a ser si no una gradación al menos sí una enumeración comparable al verso final del soneto gongorino) están presentes.
       El soneto de Terrazas tiene como modelo al de Garcilaso y otros, especialmente uno atribuido a Francisco de Figueroa («Volvedle la blancura a la azucena»), que Terrazas imita y supera. Pero «es preciso tener en cuenta que el concepto clásico de la imitatio, que regía el arte del Renacimiento, no debe confundirse con la mera copia y, ni mucho menos, con el plagio. Era un principio de continuidad y permanencia en la tradición clásica, emulando a los grandes maestros y tratando de superarlos en sus obras más destacadas». (Paz Díez Taboada)

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