Soneto
XXIII – Garcilaso de la Vega
En tanto que de rosa
y de azucena
se muestra la color
en vuestro gesto,
y que vuestro mirar
ardiente, honesto,
con clara luz la
tempestad serena;
y en tanto que el
cabello, que en la vena
del oro se escogió,
con vuelo presto
por el hermoso cuello
blanco, enhiesto,
el viento mueve,
esparce y desordena,
coged de vuestra
alegre primavera
el dulce fruto antes
que el tiempo airado
cubra de nieve la
hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el
viento helado,
todo lo mudará la
edad ligera
por no hacer mudanza
en su costumbre.
«Mientras
por competir con tu cabello» – Luis de Góngora
Mientras por competir
con tu cabello,
oro bruñido al sol
relumbra en vano;
mientras con
menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente
el lilio bello;
mientras a cada
labio, por cogello.
siguen más ojos que
al clavel temprano;
y mientras triunfa
con desdén lozano
del luciente cristal
tu gentil cuello,
goza cuello, cabello,
labio y frente,
antes que lo que fue
en tu edad dorada
oro, lilio, clavel,
cristal luciente,
no sólo en plata o
vïola troncada
se vuelva, mas tú y
ello juntamente
en tierra, en humo,
en polvo, en sombra, en nada.
Tanto Garcilaso de la
Vega, autor perteneciente al Renacimiento, como Góngora, autor barroco, recrean
el tema clásico del carpe diem, que incita a aprovechar el presente, a gozar
del momento que se vive, porque el tiempo pasa rápido y acaba con la juventud,
la belleza y la posibilidad del amor. Esta semejanza en la utilización de este
tópico podría ser a causa que los dos autores pertenecen al siglo de oro.
Además en la literatura española del siglo XVI se refleja el humanismo y
Garcilaso sigue una estética clasicista buscando serenidad y armonía. Esta
recreación del tópico la podemos encontrar en el soneto XXIII de Garcilaso y en
el soneto de Góngora «Mientras por competir con tu cabello». En los dos poemas
nos desarrollan el carpe diem de forma que nos aconsejan vivir el momento,
aprovechar la juventud, ya que esta termina y luego nos marchitamos y acabamos
muriendo. También podemos decir que los dos poemas nos hablan del canon de
belleza de la época: la chica rubia y de piel clara.
Ambos sonetos siguen una estructura
semejante. El de Garcilaso está compuesto por versos endecasílabos y estrofas
de dos cuartetos y dos tercetos siguiendo la corriente italiana, arte mayor y
con rima consonante: ABBA-ABBA-CDE-DCE, y el de Góngora compuesto por catorce
versos endecasílabos agrupados en dos cuartetos y dos tercetos de arte mayor y
con rima consonante: ABBA-ABBA-CDC-DCD. También podemos decir que la estructura
interna es muy parecida ya que primero ambos sonetos hacen comparaciones con
cosas de alto nivel o de valor, como el oro en el de Garcilaso o el cristal
reluciente en el de Góngora, con las partes del cuerpo de una dama, realzando
estas últimas. Entonces, los siguientes versos hablan de este tópico, carpe
diem, donde el autor nos dice que hay que aprovechar esta juventud antes de que
todas estas partes bellas y perfectas se marchiten, y más tarde, al morir
desaparezcan. Por lo tanto, nos da una explicación gradual del todo a la nada,
terminando en un final donde no quedará rastro de nada, eso tan bello como son
esas partes del cuerpo como la piel, el color rubio esplendoroso del pelo, los
labios carnosos, etc.
En cuanto a los recursos literarios encontramos
muchas metáforas en la primera parte de ambos sonetos, como por ejemplo:
“Mientras por
competir con tu cabello,
oro
bruñido al sol retumba en vano”
en el soneto de
Góngora, o en el de Garcilaso:
“En tanto que el cabello,
que en la vena del oro se escogió”
También encontramos
hipérbaton en todas estas alusiones de las partes del cuerpo, antítesis, personificaciones,
epítetos y como hemos comentado antes aparece una gradación.
En resumen podemos decir que son dos
sonetos muy bien estructurados, con un paso del tiempo para que nos demos
cuenta que hay que aprovecharlo, que las similitudes entre ambos poemas son
causadas por la situación cronológica cercana y de los estilos empleados en esa
época.
Noèlia José Pascual (1º de BAT)
El soneto de Góngora parte del
modelo de Garcilaso; de ahí algunos elementos comunes de la descriptio puellae, como cuello («blanco» en Garcilaso y «cristal
luciente» en Góngora) y cabello («oro»
en ambos autores), e incluso algunas figuras retóricas: la gradación del verso
final del soneto de Góngora y la que ocupa el octavo verso del texto de
Garcilaso. El soneto de Góngora es notoriamente más sofisticado, una pieza de
orfebrería en comparación al modelo garcilasiano, que responde al ideal
renacentista de naturalidad en el
estilo.
Entre ambos textos media, sin
embargo, este otro de Francisco de Terrazas, considerado uno de los primeros
poetas en lengua española nativos de América (México):
«Dejad
las hebras de oro ensortijado»
Dejad las hebras de
oro ensortijado
que el ánima me
tienen enlazada,
y volved a la nieve
no pisada
lo blanco de esas
rosas matizado.
Dejad las perlas y el
coral preciado
de que esa boca está
tan adornada;
y al cielo, de quien
sois tan envidiada,
volved los soles que
le habéis robado.
La gracia y
discreción que muestra ha sido
del gran saber del
celestial maestro
volvédselo a la
angélica natura;
y todo aquesto así
restituido,
veréis que lo que os
queda es propio vuestro:
ser áspera, cruel,
ingrata y dura.
No hay aquí un tratamiento del carpe diem, como en los anteriores, pero
tanto los elementos de descripción del rostro femenino, según el ideal de
belleza renacentista, como la idea final de desposesión (en un verso final que
vuelve a ser si no una gradación al menos sí una enumeración comparable al
verso final del soneto gongorino) están presentes.
El soneto de Terrazas tiene como modelo al de Garcilaso y
otros, especialmente uno atribuido a Francisco de Figueroa («Volvedle la
blancura a la azucena»), que Terrazas imita y supera. Pero «es preciso tener en
cuenta que el concepto clásico de la imitatio,
que regía el arte del Renacimiento, no debe confundirse con la mera copia y, ni
mucho menos, con el plagio. Era un principio de continuidad y permanencia en la
tradición clásica, emulando a los grandes maestros y tratando de superarlos en
sus obras más destacadas». (Paz Díez Taboada)
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