¡Ay, Floralba! Soñé
que te... ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño
fue: que te gozaba.
¿Y quién sino un
amante que soñaba
juntara tanto
infierno a tanto cielo?
Mis llamas con tu
nieve y con tu hielo,
cual suele opuestas
flechas de su aljaba,
mezclaba Amor, y
honesto las mezclaba,
como mi adoración en
su desvelo.
Y dije: «Quiera Amor,
quiera mi suerte,
que nunca duerma yo,
si estoy despierto,
y que si duermo, que
jamás despierte».
Mas desperté del dulce
desconcierto,
y vi que estuve vivo
con la muerte,
y vi que con la vida
estaba muerto.
Este poema de Francisco de Quevedo y
Villegas narra el sueño erótico de un amante con una mujer llamada por el poeta
«Floralba».
El yo lírico describe en primera
persona las sensaciones del sueño, haciendo plausible la identificación del
amante con el propio autor. Se presenta también la duda de si está soñando o si
está despierto. La descripción del amor está hecha con delicadeza y finura,
desde un deseo sexual y a la vez espiritual de la mujer. El autor no quiere que
termine este sueño o realidad, no sabe con seguridad si está despierto o
soñando. Dice que si es un sueño no quiere despertar y si es la realidad no
quiere dormir nunca, ya que le provocará la muerte no soñar/vivir con este
amor.
El autor se atreve a sugerir lo que
soñó, pero después se detiene para pensar y se pregunta si contarlo o no,
porque es un sueño erótico y sexual y podría ser que ofendiera a alguna dama.
Encontramos algunas figuras retóricas
como:
- Personificación: “mezclaba Amor, y
honesto las mezclaba”
- Paradoja: “que nunca duerma yo, si
estoy despierto”
- Metonimia: “mas desperté del dulce
desconcierto”
- Antítesis: “y vi que estuve vivo con
la muerte, / y vi que con la vida estaba muerto.”
Blanca Domènech (1º
Bach)
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